Cuando terminó su tiempo de servicio militar y le devolvieron sus ropas, su zute, su calzón de pajaritos y lo mandaron de regreso al pueblo, Pedro Toj volvió a su corredor y a sus máscaras y sus formones y martillos y gubias y talló una máscara copiando su cra en el espejo. Igual su nariz, igual su boca, igual sus ojos, y la usa todo el día para que la gente que llega a visitarlo o a encargarle trabajo, no mire sus ojos colorados de tanto llorar, ni sienta lástima de sus lágrimas ni de sus sufrimientos...
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