Brillante y abrumado por tentaciones insuperables, prefirió la soledad al protagonismo, la amargura a cualquier forma de consagración. Vida y obra ratifican el infierno creador en los desiertos nacionales. Brañas se dedicó a sabotear los signos enigmáticos de su itinerario. Lo personal y lo horrorosamente colectivo, la repugnancia y la soberbia consignadas en una sintaxis moral y aforística, un discurso que pulió el idioma con la navaja de la lucidez. Orgulloso había sangrado en un poema:
Que sordo y ciego a la miseria huyo
y mi canto egoísta no interpreta
ansia sin voz y rebelión secreta
de triste multitud de que me excluyo...
A. Sequén Mónchez
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